Las cien lecturas de narrativa que más influyeron en mi adolescencia.

Si por algo se caracterizó mi adolescencia, fue por la cantidad de novelas que leí en ella.

Mi autor preferido fue, sin duda, Julio Verne, de quien leí cerca de sesenta. Luego hubo otros, como los Dumas padre e hijo, Emilio Salgari, Robert Louis Stevenson, Mark Twain... En fin, que me ahorraré seguir escribiendo nombres aquí, porque esta precisamente es la entrada en la que voy a listar las cien narraciones novelescas o colecciones de cuentos que mayor huella me causaron por aquella época.

No las mostraré en ningún orden concreto, porque es difícil encontrar un escalafón de preferencia entre ellas, aunque en algunas quedará claro si las prefiero a otras o no.

Para ilustrar el artículo, vincularé las portadas de mis propios ejemplares, los que poseo actualmente, que he archivado, entre otros muchos libros de mi biblioteca, en la famosa red Librarything.

Aventuras de Arthur Gordon Pym, por E. A. PoeAventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe.

¿Cómo olvidar esta narración de viajes, tan misteriosa y de final abrupto? Julio Verne la continuó con La esfinge de los hielos. Más que una novela, nos hallamos ante un cuento largo, en el que el joven Gordon Pym acumula aventura más aventura tras haberse escondido de polizón en un barco que va al Polo Sur, el ballenero Grampus.

Durante el viaje será testigo y protagonista de las más rebuscadas peripecias, como motines, naufragios, luchas contra terribles nativos, canibalismo... La influencia de esta obra se percibe en Las montañas de la Locura, de Lovecraft.

De Poe, por supuesto, son recomendables todos sus cuentos, de misterio, terror, viajes y policíacos. Su poesía es, si cabe, aun mejor que sus narraciones en prosa, pero no demasiada gente sabe esto en España. Poe, Emily Dickinson y Walt Whitman están considerados como los tres mejores poetas del Romanticismo estadounidense, e incluso como los mejores en general de toda la literatura de ese país.

Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas hijo.

Otro clásico que no se puede dejar de tener en cuenta. En España y otros países se popularizó entre los niños de mi generación por un serial de televisión en el que los protagonistas eran perros. ¿Quién no lo recuerda? Pero, para entonces, yo ya me conocía bien las peripecias de estos cuatro agentes del orden al servicio del Rey de Francia, entre París y Londres. Athos, Portos, Aramis... y D'Artagnan. ¡Todos para uno y uno para todos!

La novela canónica de las aventuras de capa y espada, tiene dos continuaciones, también de mucha fortuna: Veinte años después y El vizconde de Bragelone.

Miguel Strogoff, de Julio Verne.

--Señor, otro mensaje.
--¿De dónde procede?
--De Tomsk.
--¿Está cortada la línea más allá de esa ciudad?
--Sí, señor. Desde ayer.

Así comienza esta trepidante novela de viajes. El tenaz oficial Miguel Strogoff tiene que cruzar, solitario y en secreto, toda Siberia, desde Moscú hasta Irkutsk, para llevar un importante mensaje a los aliados del Zar. Más de cinco mil kilómetros como buenamente pueda, ahí es nada.

Sin duda nos hallamos ante otra de las mejores novelas de Verne, esta vez al servicio todavía de más de los mejores valores que este autor nos acostumbró a estimar: el valor, el amor filial, el servicio a los demás, la fidelidad, el patriotismo, la fiabilidad, la honradez, el sacrificio, y no se olvida el amor de pareja. Y todo ello en medio de aventuras sin cuento, llevadas a cabo con la proverbial imaginación del escritor.

La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.

Esta es una de las novelas que han dado pie a más adaptaciones cinematográficas. Es también el modelo de muchas otras historias de piraterías. La primera edición se tituló The Cook on Board (El cocinero de a bordo).

En la posada que regenta su madre, Jim conoce a un viejo pirata. Tras morir este asesinado, Jim encuentra en su baúl un mapa de un misterioso tesoro perteneciente al legendario pirata Flint. Desde este momento Jim, se embarca en una expedición que lo llevará a enfrentar peligros, traiciones y el choque entre la inocencia juvenil y la codicia adulta.

Uno de los aspectos más destacados de la novela es la construcción de sus personajes, especialmente la figura ambigua y fascinante de Long John Silver. Stevenson logra crear un villano carismático y contradictorio, capaz de inspirar simpatía a pesar de sus actos moralmente cuestionables. Su relación con Jim aporta profundidad al relato y mantiene una tensión constante entre la lealtad y el engaño. Es una de las narraciones juveniles más interesantes que se han escrito, sin duda alguna.

El perro de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle.

Todas las historias de Sherlock Holmes hicieron mis delicias, pero esta no puede faltar aquí. Ambientada en los páramos brumosos de Devonshire, gira en torno a una antigua maldición que supuestamente persigue a la familia Baskerville: un perro espectral que anuncia la muerte de sus herederos. Tras el fallecimiento misterioso de Sir Charles Baskerville, el doctor Watson acompaña a Sir Henry, el nuevo heredero, para protegerlo y esclarecer la verdad, mientras Holmes investiga desde las sombras.

La novela destaca por su atmósfera inquietante: Doyle combina el racionalismo detectivesco con elementos sobrenaturales que mantienen al lector en constante duda. Los páramos, casi un personaje más, refuerzan la sensación de aislamiento y peligro. La dinámica entre Holmes y Watson brilla especialmente aquí, mostrando la astucia analítica del primero y la humanidad del segundo.

Los cautivos del bosque, del Capitán Marryat.

Inolvidable narración de aventuras en la que los adolescentes toman el mando de sus propias vidas lanzándose a los azares de un peligroso mundo de adultos, escrita para el mismo público que "La isla del tesoro", "La isla de coral" o "Un capitán de quince años". Al mismo tiempo, podemos decir que es el antecedente más claro de series como las de "Los Cinco" de Enid Blyton, y otras posteriores.

Cuenta la historia de los cuatro adolescentes hijos del coronel Beverley, un hidalgo inglés muerto al servicio del rey en la batalla de Naseby (1645), contra las tropas parlamentarias de Oliver Cromwell.

Tras quedarse huérfanos y ser incendiada su residencia, los cuatro hermanos Eduardo, Humphrey, Alicia y Edith tienen que ocultarse en una cabaña en el bosque para evitar ser asesinados, y organizan su vida vigilados por el anciano guardabosques Armitage, que los adopta como a sus hijos.

Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne.

Mi novela favorita de este autor. Otro viaje iniciático, esta vez por las sombras del interior terrestre. El profesor Otto Liddenbrock, reputado geólogo, descubre tras unas pistas crípticas un mapa para ir al centro de la tierra trazado por un desaparecido espeleólogo sueco llamado Ärne Sanknussen.

Liddenbrock, en compañía de su sobrino Axel y del guía Hans, se sumergen por la chimenea del volcán Sneffels e iniciarán un extraño periplo hasta descubrir el destino de Sanknussen. A su paso harán fascinantes descubrimientos: animales antediluvianos, hongos gigantes, hombres primitivos, mares subterráneos y un sinfín de extraños e imaginativos seres más.

La novela celebra el afán humano por investigar lo desconocido, y es, a mi entender, la más entretenida de Verne, por su amena exposición, llena de sorpresas.

El Corsario Negro, de Emilio Salgari.

Salgari no es que fuera uno de mis favoritos, pero me entretenía. Esta es una de sus novelas más representativas, y un pilar de la literatura de aventuras. Nos presenta al enigmático y noble Corsario Negro, un pirata de porte casi aristocrático que navega los mares del Caribe movido por un juramento de venganza: castigar a los hombres responsables de la muerte de sus hermanos. Su lealtad hacia su tripulación, su sentido del honor y su determinación implacable lo convierten en un protagonista tan romántico como feroz.

Salgari destaca por su estilo dinámico y visual, lleno de descripciones vívidas de batallas navales, abordajes y persecuciones a través de selvas tropicales. La novela combina acción trepidante con un trasfondo emocional profundo, especialmente cuando el Corsario se enfrenta a un conflicto moral al enamorarse de Honorata, una mujer ligada a sus enemigos.

La trama mantiene un ritmo vertiginoso, propio de los folletines decimonónicos, y ofrece personajes carismáticos —como Carmaux y Wan Stiller— que aportan humor y camaradería.

El jorobado o Enrique de Lagardère, de Paul Feval.

Otra de capa y espada, y también de folletín. Féval combina aquí aventura, intriga y romance en el París del siglo XVII. Su protagonista, Lagardère, es un joven espadachín valiente y astuto que se ve envuelto en una conspiración cuando intenta proteger a la hija de un noble asesinado. El misterioso Jorobado, figura clave de la trama, añade un aire de suspense que sostiene la tensión hasta el final.

Féval construye una narración dinámica, llena de duelos, persecuciones y giros propios del género. La lealtad, la venganza y la justicia son temas centrales que se entrelazan con un ritmo ágil y entretenido. Aunque menos conocido que otros clásicos de capa y espada, El Jorobado destaca por su encanto aventurero y su atmósfera vibrante.

 Kim, de Rudyard Kipling.

Kim es una de las obras más emblemáticas de Kipling y una novela que mezcla aventura, espionaje y un profundo retrato cultural de la India colonial. Su protagonista, Kimball O’Hara, es un joven huérfano que se mueve con naturalidad entre distintas religiones, lenguas y castas, simbolizando la riqueza y complejidad del país. Su encuentro con un lama tibetano desencadena un viaje tanto físico como espiritual, mientras el muchacho es reclutado por el “Gran Juego”, la red de espionaje británica.

Kipling combina escenas vibrantes, humor y reflexión, mostrando el choque —y la convivencia— entre mundos distintos. Aunque marcada por su contexto histórico, la novela destaca por su atmósfera colorida y su retrato de la búsqueda de identidad. Kim sigue siendo una lectura envolvente y llena de matices.

El señor de Balantry, de Robert Louis Stevenson.

Otra de Stevenson, y no será la última. Narra la rivalidad entre los hermanos Durie durante el levantamiento jacobita de 1745: James, carismático pero moralmente turbio, y Henry, más reservado pero íntegro. Un sorteo destinado a proteger a la familia los separa, desencadenando una serie de traiciones, desapariciones y reencuentros que van erosionando a todos los implicados.

La novela destaca por su atmósfera sombría y su estructura en forma de crónica, que mezcla aventuras, viajes y un creciente peso psicológico. Stevenson construye un retrato fascinante de la maldad seductora de James y de la lenta destrucción emocional de Henry. Un relato intenso y trágico sobre cómo la obsesión y el orgullo pueden arruinar incluso los vínculos más profundos.

El Capitán Fracasa, de Theophile Gautier.

Publicada en 1863, a la vez romántica y picaresca, esta novela combina aventura, humor y una profunda nostalgia por la Francia del siglo XVII. La historia sigue a un joven noble empobrecido, el barón de Sigognac, quien se une a una compañía de actores itinerantes tras perder su fortuna. Adoptando el papel del Capitán Fracasa, Sigognac vive en carne propia los peligros y las alegrías del teatro ambulante, mezclando amor, valentía y astucia en sus peripecias.

Con un estilo elegante y descriptivo, El capitán Fracasa es, al mismo tiempo, un homenaje al teatro, un relato de aventuras y una reflexión sobre la identidad, la valentía y la nobleza de espíritu.

La guerra de los mundos, de Herbert George Wells.

La ciencia ficción era mi género favorito, y recuerdo nítidamente la sorpresa que me causó el final de esta novela.

Un narrador anónimo cuenta cómo, junto con su hermano y otros supervivientes, presencia la devastación causada por las avanzadas máquinas de guerra marcianas.

Wells combina tensión constante, descripciones detalladas y un sentido de inevitabilidad apocalíptica, mostrando tanto el poder tecnológico de los invasores como la vulnerabilidad humana.

A pesar de su antigüedad, la novela conserva su capacidad de fascinación por la intensidad de la acción y la innovación científica de los marcianos. Relato imprescindible que marcó un antes y un después en la literatura de ciencia ficción y aventuras.

Un mundo feliz, de Aldhous Huxley.

Esta novela estaba en la biblioteca de mi padre (no la misma edición), y fue la primera distópica que leí. También me dejó muy impresionado.

A partir de ella me hice aficionado a la política-ficción distópica, y así vinieron después 1984 de Orwell, Metrópolis de Thea von Harbou, Fahrenheit 451 de Bradbury, y otras.

Un mundo feliz presenta una sociedad futurista donde la estabilidad se mantiene mediante la manipulación genética, el condicionamiento social y el placer constante. Huxley critica la pérdida de libertad y humanidad, explorando los peligros del control y la conformidad absoluta.

El pirata, de Walter Scott.

Esta novela fue publicada en 1822, y combina aventuras marítimas, intriga y los conflictos sociales de la Escocia del siglo XVIII.

Sigue a Bertram, un enigmático y audaz pirata, cuya presencia despierta tanto admiración como temor entre los habitantes de la isla de St. Ronan. Su relación con la joven Minna, marcada por el amor, los malentendidos y la tensión entre moralidad y ley, constituye el eje emocional de la obra.

Scott destaca por sus vívidas descripciones de paisajes y paisanajes, así como por el retrato de personajes complejos que oscilan entre la virtud y la ambición, mostrando el choque entre tradición y modernidad. El pirata sigue siendo un relato apasionante de aventuras y emociones humanas intensas.

Tarzán de los monos, de Edgar Rice Burroughs.

Todo el mundo conocía a Tarzán por las películas, pero algunos menos leían las novelas. Yo, sólo esta, aunque no me habría importado haber ido a por las siguientes de la serie.

Es la historia de John Clayton, un niño huérfano de la nobleza inglesa que queda perdido en la selva africana y es criado por una tribu de simios. A medida que crece, Tarzán desarrolla habilidades físicas y una inteligencia excepcionales, convirtiéndose en un líder entre los animales y un maestro de la supervivencia.

Después de tanta película, no he visto ninguna que adapte la novela original. Burroughs combina acción trepidante, exploración de la naturaleza salvaje y romance, al tiempo que reflexiona sobre la civilización frente a la vida primitiva. La obra ya es un clásico de aventuras y heroísmo que destaca por su ritmo ágil, sus escenarios exóticos y el carisma del protagonista.

La novela de la momia, de Theophile Gautier.

Un par de clásicos con momias tampoco podían faltar; y esta, publicada en 1858, es una obra emblemática del romanticismo y del exotismo decimonónico. La historia sigue a un joven arqueólogo inglés que descubre la momia de una princesa egipcia llamada Nitocris. Tras su hallazgo, la momia cobra vida y narra su historia, revelando secretos del Antiguo Egipto y desvelando pasiones, intrigas y tragedias de su tiempo.

Gautier combina con maestría la fantasía, el misterio y la reflexión histórica, creando un relato tanto romántico como sobrenatural. La obra destaca por su riqueza descriptiva, su atmósfera evocadora y la exploración del choque entre civilizaciones y épocas. La novela de la momia es un viaje fascinante entre historia, amor y leyenda.

Heidi, de Johanna Spyri

No podía uno pasar sin explorar también alguna de las lecturas pensadas originalmente para niñas, y ¿qué mejor que este clásico que todos conocen?

Por aquella época se hizo famosa esta obra por una serie de TV. No muy cerca de la versión literaria, nos presentaba a una niña inexpresiva y un tanto ñoña, que se ganaba el corazón de su abuelo, un tipo hosco y marginado por la sociedad llamado en el serial «el Viejo de los Alpes», pero que en la novela es simplemente conocido como «el Abuelo».

En realidad, Heidi es un relato tierno y evocador sobre la infancia, la naturaleza y la bondad. La novela celebra la inocencia, la familia y la armonía entre el ser humano y los Alpes.

Oliver Twist, de Charles Dickens.

Por supuesto que no podía faltar el tópico anglosajón del self-made man, y para llenar este hueco ¿qué mejor obra que Oliver Twist?

También llevada al cine varias veces, la novela que nos cuenta las peripecias de este huérfano es, sin duda alguna, la narración canónica en la materia.

La vida del huérfano Oliver, atrapado entre la miseria, la delincuencia y la injusticia en la Inglaterra victoriana, configura una historia en la que Dickens combina crítica social, aventura y ternura, mostrando la lucha del inocente frente a la corrupción y la desigualdad. Pura representación del realismo, movimiento al que pertenece, como nuestro Galdós.


El Viejo y el Mar, de Ernest Hemingway.

Los premios Nobel tampoco se salvaban de mi lista. La historia del viejo salao cuya pesca acababa en lo que no voy a contar para no destripar la historia, se ganaba un lugar porque además no me llevaba muchos días leerla.

Uno acababa la obra contristado y solidarizado con el viejo Santiago. Hemingway explora la perseverancia, la dignidad y el esfuerzo humano frente a la adversidad, con un estilo sobrio y profundamente simbólico.


El rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, de Roger Lancelyn Green.

¿Quién no leía historias del rey Arturo? Esta es una recopilación accesible de las leyendas artúricas tradicionales, adaptada para lectores jóvenes y adultos.

Narra la vida del rey Arturo, la formación de la Mesa Redonda, la búsqueda del Santo Grial y las aventuras de caballeros emblemáticos como Lancelot, Gawain y Galahad. Green mantiene el espíritu épico y moral de los relatos medievales, combinando heroísmo, lealtad y justicia con elementos mágicos y fantásticos. Su estilo claro y ágil permite disfrutar de la riqueza de los mitos artúricos, preservando su poder de fascinación y enseñanzas sobre valentía, honor y nobleza.

Tartarín de Tarascón, de Alphonse Daudet.

¡Hombreeee! Este tampoco podía faltar. Es un clásico.

Qué ridículo resultaba este hombre. Un tipo fanfarrón que se creía el amo del mambo, obsesionado con la caza y las aventuras heroicas.

Sin duda inspirado en don Quijote, Daudet combina sátira y humor para mostrar la diferencia entre la imaginación grandiosa del protagonista y la realidad cotidiana. Episodios divertidos, crítica social, costumbrismo, vanidad humana y mucha ironía aplicó Daudet para conseguir un relato entretenido que sigue siendo popular por su capacidad de divertir y ofrecer una reflexión sobre la ambición, el orgullo y el deseo de reconocimiento.

La Flecha Negra, de Robert Louis Stevenson.

Antes avisé de que iban a venir más de Stevenson. Aquí tenemos esta, otra de aventuras para disfrutar.

Ambientada durante la Guerra de las Dos Rosas (en la que muere el Ricardo III de Shakespeare), tiene acción, conspiraciones y trama amorosa. Sigue a Richard Shelton, un joven escudero que descubre las traiciones que rodean la muerte de su padre y se une a un grupo rebelde simbolizado por las misteriosas flechas negras. Stevenson crea un relato ágil y vibrante, lleno de emboscadas, persecuciones y giros dramáticos. Aunque menos conocida que otras obras del autor, La flecha negra ofrece una lectura apasionante y muy entretenida.

Quo vadis?, de Enrique Sienkiewicz.

Ya entran en escena las de romanos. No las quiero poner todas seguidas, porque no sé cuál prefiero a cuál. Son unas cuantas.

Publicada en 1896, es una de las novelas históricas más célebres del siglo XIX y un retrato poderoso de la Roma de Nerón. La obra narra el amor entre Marco Vinicio, un joven patricio romano, y Ligia, una cristiana cuya fe y valores transforman la visión del mundo del protagonista. A través de esta relación, Sienkiewicz contrapone la decadencia moral del Imperio con el surgimiento del cristianismo como fuerza espiritual y ética.

Su rigurosidad histórica es notable para la época en que se publicó. La novela destaca por su intensidad emocional y su reflexión sobre el sacrificio, la fe y la redención. Quo vadis? sigue siendo un clásico por su fuerza épica y su profunda humanidad.

El Buque Fantasma, del Capitán Marryat.

Este libro tampoco podía faltar, como un clásico del romanticismo aventurero y del folclore marinero.

Pronto hará doscientos años que fue publicado, pero se sigue leyendo. Marryat utilizó aquí su experiencia como marino para recrear la historia del «Holandés Errante», el barco condenado a vagar eternamente por los mares. El protagonista es Philip Vanderdecken, decidido a liberar a su padre de la maldición que lo mantiene como capitán del navío espectral. A lo largo de su búsqueda, Philip enfrenta tormentas, naufragios y encuentros sobrenaturales que combinan emoción, misterio y un trasfondo trágico.

Un capitán de quince años, de Julio Verne.

¡Sí! Esta novela es imprescindible para todo adolescente que sueñe con aventuras.

Es la historia de Dick Sand, el grumete de un barco que, tras la muerte del capitán, tiene que hacerse cargo de un barco, y de todos sus compañeros de viaje.

Como en toda novela de Verne que se precie, no podía faltar el sabio de turno infiltrado en la tripulación. En este caso es el primo Benedicto, mi personaje favorito de la novela, un entomólogo que le salva el pellejo al resto en alguna ocasión, involuntariamente, ya que era muy despistado.

La novela sigue siendo recomendable para todas las edades, creo yo. Aunque estos nuevos ya sólo leen manga. O quizás ya sólo miren los dibujos y ni los lean. Ojalá me equivoque.

Ella, de Henry Rider Haggard.

Desde la primera vez que leí esta novela, que debía de tener yo diez años, me quedé rendido a los pies de Ella, Ayesha, La-que-debe-ser-obedecida.

Es una de mis máximas favoritas de la lista. Y no es para menos.

El autor explora en Ella la caracterización del eterno ideal femenino que se figura en la mente masculina; la mujer-Santo Grial del hombre, que sólo existe en el inconsciente colectivo.

Freud y Jung la citaron como arquetipo de la figura femenina en la mente masculina. Pero en realidad ¿qué hay detrás de todo eso? Sólo se nos revelará la respuesta cuando la protagonista se atreva a desafiar el favor de las fuerzas que la hicieron así, con la seguridad y el aplomo que le proporciona su narcisismo cultivado durante siglos.

Dos años al pie del mástil, de Richard Henry Dana.

Más marinerías, pero en este caso nos encontramos con una historia real.

Publicado en 1840, es un clásico de la literatura marítima que narra la experiencia de Richard Henry Dana Jr., un estudiante de Harvard que decide embarcarse como marinero común para mejorar su salud y conocer de primera mano la vida en el mar. Dana retrata tal como eran las duras condiciones a bordo, la disciplina estricta, los peligros constantes y la camaradería entre la tripulación.

La obra combina observación social, aventura y un profundo sentido humanitario, denunciando los abusos sufridos por los marineros. Su estilo claro y directo la convierte en un testimonio valioso y apasionante sobre la vida naval en el siglo XIX.

El señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco.

Esta es quizás la única de los cientos de novelas históricas que se publicaron en España durante el siglo XIX, que se sigue leyendo con verdadera afición.

Publicada en 1844, es la gran novela romántica española que combina historia, sentimiento y lirismo. Ambientada en el ocaso de la Orden del Temple, narra el amor trágico entre Álvaro Yáñez y la noble Beatriz Osorio, cuya unión se ve frustrada por intrigas políticas y destinos contrapuestos. Gil y Carrasco destaca por su prosa elegante, su sensibilidad poética y sus descripciones magistrales de El Bierzo, que otorgan al paisaje un papel casi protagonista.

La obra, impregnada de fatalismo romántico, explora la lealtad, el honor y la pérdida, ofreciendo un relato emotivo y profundamente evocador del medievo español.

Los últimos días de Pompeya, de Edward G. Bulwer-Lytton.

Otra histórica, otra de romanos, y otra de las grandes imprescindibles para la edad a la que la leí.

Aquí se mezcla romanticismo, drama y reconstrucción arqueológica. Bulwer-Lytton recrea con detalle la vida cotidiana de la ciudad antes de la erupción del Vesubio, tejiendo una trama centrada en el amor entre Glauco e Ione y en la amenaza moral que representa Arbaces. Aunque la obra abunda en dramatismo y personajes algo arquetípicos, destaca por su atmósfera vívida y su capacidad para transmitir la inminencia de la catástrofe.

A pesar de que no se la considera una obra de tanto valor literario como otras, sigue siendo un referente del género por su potencia imaginativa y su fuerza narrativa.

A través del desierto y de la selva, de Henryk Sienkiewicz.

Otra de mis inolvidables.

Aunque Sienkiewicz no hubiera escrito Quo Vadis?, le bastaría esta novela para pasar holgadamente a las historias de la Literatura. La línea argumental de la obra está constituida por las aventuras de los niños Stas y Nel, que, secuestrados por unos fanáticos mahometanos, se ven obligados a cruzar el desierto y la selva, huyendo de sus perseguidores y en busca de su libertad y su familia. El sentido del valor caballeresco del protagonista y una ternura contenida en la forma de narrar laten bajo la trama de estas páginas impecables, cuya frescura, encanto y atractivo el tiempo pasado sobre ellas no ha sido capaz de marchitar.

El pesador de almas, de André Maurois.

Aún recuerdo la sensación romántica que me causó el final de esta novelilla, que estaba entonces en la biblioteca de mi padre y hoy en la mía.

La historia se basa en la creencia extendida de que el cuerpo humano pierde unos gramos de peso poco después de la muerte clínica.

¿Puede pesarse el alma humana? El pesador de almas combina ciencia, misterio y reflexión humanista. Maurois explora los límites del conocimiento y la ética mediante un experimento inquietante. Su prosa clara y elegante convierte la novela en una fábula moderna sobre la responsabilidad moral de la ciencia.

Drácula, de Bram Stoker.

¿Qué adolescente mínimamente lector de libros no se ha metido con esta novela tan célebre?

El personaje que más loco me trajo, de verdad, era Rensfield. Mira que dar de comer moscas a arañas, arañas a pájaros y después comerse él los pájaros... Vivir para ver.

Drácula combina terror gótico y misterio epistolar para crear una atmósfera inquietante que explora el miedo, la seducción y el choque entre modernidad y superstición. Stoker construye un villano carismático y perturbador, cuyo influjo simbólico sigue fascinando más de un siglo después.combina terror gótico y misterio epistolar, creando una atmósfera inquietante que explora el miedo, la seducción y el conflicto entre modernidad y superstición.

Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain.

Leí todas: la primera, y además Tom Sawyer, detective y Tom Sawyer alrededor del mundo. Tengo las tres juntas en una edición, pero para aquí me gusta más esta portada.

¿Quién no ha apreciado las altas cualidades narrativas de Mark Twain? En el mundo de Tom Sawyer todo es entrañable: la tía Polly, Becky Thatcher, Huck Finn, Syd, y hasta el borracho Muff Potter. Lectura obligatoria si se ha sido un chaval.

Las aventuras de Tom Sawyer destaca por su frescura, humor y espíritu rebelde. Twain retrata la infancia con realismo y encanto, celebrando la libertad, la amistad y la imaginación en un mundo lleno de travesuras.

Aventuras del Capitán Corcoran, de Alfred Assollant.

Este es uno de los libros más divertidos que he leído en mi vida. El Capitán Corcoran es el antecesor directo de Indiana Jones. Sus aventuras son delirantes. Si quiere usted un libro para no aburrirse, este es.

El capitán Corcoran es una aventura insólita y visionaria: Corcoran viaja a la India comisionado para encontrar un libro sagrado; y, junto a su tigresa Louison, se une a la insurrección contra los británicos. Su transformación en maharajá y su lucha por la igualdad social muestran un ideal utópico poco común en las novelas decimonónicas. Assollant combina dosis de humor, épica y crítica colonial con una imaginación desbordante que convierte la historia en un relato tan comprometido como maravilloso.

Beau Geste, de Percival Christopher Wren.

Beau Geste es una novela de aventura clásica que combina misterio, honor y sacrificio con una ambientación implacable en el desierto y la Legión Extranjera francesa. Wren construye personajes fuertes y leales —los tres hermanos Geste— cuya motivación no es sólo la redención sino la dignidad.

La historia tiene varias escenas icónicas. El enigma del zafiro «Agua Azul» añade suspense, pero lo mejor es cómo la novela retrata la camaradería ante la adversidad y la crueldad de un superior despiadado. Su prosa, aunque clásica, mantiene una intensidad emocional que resuena, y el relato, adaptado en varias películas, sigue siendo poderoso por su heroísmo auténtico.

Huracán, de Charles Nordhoff y James Norman Hall.

Una aventurera historia que tiene lugar en las exóticas islas Tuamotu, en la lejana Polinesia. Narrada por el doctor Kersaint, que formaba parte del microcosmos residente en el remoto atolón de Manukura, se centra en la figura de Terangi, un nativo que tiene un desencuentro con las autoridades coloniales de Tahití, y ha de vivir marginado desde entonces.

La trama se intensifica cuando un huracán devastador amenaza la existencia misma del atolón, poniendo a prueba la solidaridad, el coraje y la dignidad de sus habitantes. Nordhoff y Hall combinan un profundo aprecio por la belleza natural con una crítica social sutil, capturando la fragilidad humana frente a la fuerza inexorable de la naturaleza.

La isla de coral, de Robert M. Ballantyne.

Otra historia de mares lejanos y exóticos. Hablar de esta novela me pone nostálgico, por la época de la vida en que la leí. Las aventuras de Rodolfo, Juanito y Peterkin (o Ralph Rover, Jack Martin y Peterkin Gay, según la traducción) conforman un relato idílico, lleno de esperanza y valores, que ha inspirado a autores posteriores y sigue emocionando por su sencillez y nobleza.

Aislados en una isla polinesia, deben valerse por sí mismos entre los arrecifes: construyen refugios, consiguen comida y exploran el territorio. Con el tiempo, su convivencia se ve sacudida por peligros como tiburones, piratas y tribus indígenas. Ballantyne combina idealismo, moral cristiana y aventura marítima con una mirada positiva sobre la naturaleza y la amistad.

Fabiola, del Cardenal Wiseman.

Otra de romanos; esta vez de corte hagiográfico y apologético. Ambientada durante la persecución de Diocleciano, la historia narra con todo realismo las relaciones entre varios santos y sus martirios: Santa Inés, San Pancracio, San Sebastián, San Casiano, Santa Emerenciana y San Tarsicio. Fabiola, una joven patricia romana insatisfecha con su vida, cuando descubre la fe cristiana gracias a su esclava Syra y su prima Inés. A través de relatos de mártires reales, la novela ensalza el valor, la comunidad y el sacrificio de los primeros cristianos.

El autor combina un estilo elevado con una reflexión moral profunda, convirtiendo la obra en un llamado a la fe y a la comunión. Para un no cristiano, Fabiola ofrece valores universales humanistas y éticos: sentidos de solidaridad, comunidad, perdón, sacrificio por los demás y dignidad humana.

Aventuras del Comandante Jack, de Kay Callaghan.

Jack, huérfano y marginado, sobrevive en las frías calles del Londres decimonónico cometiendo pequeños robos. Su ascenso incluye alistarse en el ejército, desertar y ser embarcado como esclavo rumbo a Virginia. A través de estas pruebas, Callaghan describe una lucha profunda entre su deseo de libertad, su sentido de la moralidad y su resiliencia. Es una historia con trasfondo social y aventura clásica que, pese a su tono juvenil, no evita los temas duros ni el crecimiento interior del protagonista.

Una de las historias de aventuras para jóvenes con más "garra" que he leído, aunque lo desconozco todo sobre su autoría. Por la ambientación, ese Londres donde el chico tiene que vivir en los crudos inviernos bajo el suelo cerca de las panaderías para no morirse de frío, y otros detalles, parece una obra escrita durante la época del realismo o el naturalismo, de algún escritor dickensiano.

La casa en el confín de la tierra, de William Hope Hodgson.

Otra de las historias más alucinantes que leí en mi adolescencia, aunque el resumen parezca casi ridículo. La casa en el confín de la Tierra es una joya primordial del horror cósmico.

Narra el diario inquietante de un recluso que vive con su hermana y su perro Pepper en un caserón aislado y antiguo, rodeado por un pozo misterioso. Pronto, fuerzas infernales emergen: criaturas tipo cerdos blancos atacan la casa desde las profundidades. Luego, el protagonista atraviesa una visión alucinatoria, viajando por dimensiones paralelas y asistiendo al fin del cosmos. La atmósfera opresiva, la angustia existencial y la fusión de lo sobrenatural con lo cósmico crean un relato profundamente perturbador, que influenció a autores como H. P. Lovecraft. La maestría del autor consigue atemorizar al lector en un grado cercano a lo traumático.

El gran Meaulnes, de Henri-Alban Alain Fournier.
Inolvidable novela modernista francesa de entresiglo, publicada en 1913.
Al año siguiente, su autor fallecía en combate en Les Espargues (cerca de Verdún), dos meses después de haberse declarado la I Guerra Mundial. Sin embargo, esta única obra serviría para reportarle a la postre una gran fama que resuena hasta hoy.
Fournier, hijo de maestros, nos sumerge en un relato semi autobiográfico, en el que se entremezclan elementos de una imaginación adolescente, mediante la cual la trama avanza gracias a la conjunción de innumerables coincidencias prácticamente imposibles en la vida real. Esto se vuelve a favor de la belleza de la historia gracias al clima nostálgico, crepuscular, sombrío y decadentista en el que sabe introducirnos.

El Tigre de la Malasia, apócrifo de Salgari-Motta.
Allá, en tiempos de mi primera adolescencia, salió a la televisión un serial italiano con las aventuras de Sandokán, en el cual el actor hindú Kabir Bedi daba vida al protagonista.
Por aquel entonces, ya sabía yo del célebre pirata por los famosos tebeos de la serie «Joyas Literarias Juveniles», y también por esta novela.
Da igual que sea apócrifa: en ella ya me había encontrado con todo el universo literario del personaje: su lucha contra el imperialismo británico; su amada Mariana, sobrina del rajá Brooke; sus fieles amigos Tremal-Naik, Yáñez de Gomera, Kammamuri...
Novelas llenas de aventuras exóticas y trepidantes, el canto a la lealtad y camaradería y el punto melodramático que siempre hacen estas lecturas agradables a los neófitos.

La máquina del tiempo, de Herbert George Wells.
Más arriba he escrito sobre Un mundo feliz de Aldhous Huxley. Años antes, Wells ya había escrito esta distopía.
La máquina del tiempo es una novela pionera de la ciencia ficción que narra el viaje de un científico victoriano al lejano año 802.701, gracias a un invento capaz de desplazarse a lo largo del tiempo. En ese futuro, descubre una sociedad aparentemente idílica formada por los Eloi, seres frágiles y apacibles, así como una raza subterránea, los Morlocks, que viven en la oscuridad y ocultan un lado salvaje y depredador. A través de esta dicotomía, Wells reflexiona sobre la evolución humana, la lucha de clases y el destino de la civilización. Su estilo combina imaginación, crítica social y ciencia especulativa con un tono inquietante y visionario.

Los quinientos millones de la Begún, de Julio Verne.
Esta historia me pareció ingeniosa, por su final inesperado.
Pensando en ella, también vi, punto por punto, una premonición de la Segunda Guerra Mundial. Una profecía, como ya era acostumbrado que lo hiciera Julio Verne.

Los quinientos millones de la Begún narra la disputa entre dos herederos de una inmensa fortuna dejada por una princesa india: el médico francés Dr. Sarrasin y el químico alemán Dr. Schultze. Cada uno emplea su parte del legado para fundar en Oregón una ciudad con fines opuestos: Sarrasin crea France-Ville, un proyecto utópico, saludable y tecnológicamente avanzado, mientras Schultze edifica Stahlstadt, una metrópoli de acero dedicada a la producción de armas. Verne reflexiona sobre el poder destructivo de la tecnología, el idealismo social y los riesgos del progreso científico mal orientado.

Las minas del rey Salomón, de Henry Rider Haggard.

Aunque esta no es mi novela favorita de este autor, es mi segunda favorita después de Ella, ya comentada. Como también fui un gran lector de Rider Haggard, leí completa la serie Ayesha, al final de la cual reúne a la protagonista de Ella con Allan Quattermain, protagonista de esta que estamos comentando ahora.

Tanto Ella como Las minas del rey Salomón son cabezas de serie; pero, si queréis ahorrar tiempo para ir a buscar bocados mejores, no es mi consejo que os leáis las series completas, que no llegan a la magistralidad de la primera entrega de cada «saga» (mal llamadas, porque una «saga» cuenta una historia familiar). Las dos tienen el atractivo de la búsqueda de los mundos perdidos o ignorados, con todo el misterio que esta actividad conlleva.

Ben-Hur, de Lewis Wallace.

Otra de romanos.

Como en las adaptaciones cinematográficas que de ella se han hecho, todo es grandioso en Ben-Hur. A veces, incluso excesivo. Se nota que fue escrita por un estadounidense.

Esta gran novela histórica épica sigue la vida de Judá Ben-Hur, un noble judío de Jerusalén injustamente condenado por su amigo romano Mesala. Condenado a galeras, vive años como esclavo hasta rescatar a su comandante y ganar su libertad. Eventualmente, regresa para enfrentarse en una dramática carrera de cuadrigas, con la ayuda del jeque Ilderim. Pero su verdadera transformación ocurre cuando se encuentra con Jesús, adopta la fe cristiana y abandona la venganza por la redención. La novela entreteje aventura, espiritualidad y drama familiar con una reflexión sobre el perdón y la fe.

Frankenstein, de Mary Wollstonecraft Slelley.

Una novela gótica un poco terrorífica y un mucho conmovedora. Pionera en el género de la ciencia ficción, es muy conocido su argumento, que nos presenta la historia del joven científico Víctor Frankenstein, obsesionado por desentrañar el secreto de la vida. Tras crear un ser vivo a partir de cadáveres, Víctor rechaza a su propia criatura, que sufre aislamiento y horror ante el mundo. A medida que la criatura pide reconocimiento y compañía, ambos protagonizan un duelo moral y trágico sobre responsabilidad, soledad y ambición. Shelley reflexiona sobre los límites de la ciencia, el poder creador y las consecuencias éticas de “jugar a ser Dios”, algo siempre muy actual desde que surge el positivismo que dio pie a la aparición de la obra.

Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne.
Tal vez la más apreciada novela de este autor, aunque antes ya he dicho cuál es mi favorita.
También es cierto que esta obra es difícil de igualar por su premonición y trama aventurera. En esta gran historia de aventuras científicas, el profesor Pierre Aronnax, su criado Conseil y el arponero Ned Land se embarcan en la persecución de un supuesto monstruo marino. Pronto descubren que se trata del Nautilus, un sofisticado submarino comandado por el enigmático capitán Nemo, quien navega los abismos oceánicos con su tripulación. A lo largo del viaje exploran paisajes marinos fascinantes, enfrentan amenazas como calamares gigantes y reflexionan sobre la justicia, la libertad y el rechazo a la sociedad superficial. Verne combina descripciones exactas del fondo marino con una crítica moral profunda y un sentido poético del océano.

Corazón, de Edmundo de Amicis.
Esta es la fuente de la cual vienen cuentos como El tamborcillo sardo, El pequeño escribiente florentino, o De los Apeninos a los Andes, que devino en famosa serie anime de televisión.
Enrico va escribiendo en su diario todo lo que va ocurriendo a lo largo de los días de su curso escolar. El aula es un microcosmos, y también cada mes el maestro les cuenta un cuento.
Corazón se escribió con el propósito de educar: el diario de Enrico y los “cuentos mensuales” reflejan cualidades como el patriotismo, la obediencia, la generosidad y la admiración a la figura del maestro. Aunque muestra valores hoy en crisis y se lo acusa de sentimentalismo, su influencia fue enorme en la educación italiana y más allá, y su capacidad para emocionar sigue siendo poderosa.

Lazarillo de Tormes, Anónimo.
Otro libro ineludible que leí en mi infancia. No todo va a ser literatura anglosajona y francesa. El libro resulta ameno y breve, y además es un buen modelo que me ayudó a comprender que no eran tan originales obras que leí posteriormente, como el Gil Blas de Santillana, Moll Flanders y otras muchas.
Lázaro conseguía hacer que me solidarizara con él, resultándome simpáticos o antipáticos sus amos según a él se lo parecieran. Y también tenía detalles que me enseñaron a ser más despierto. También se mandaba leer en la escuela, primaria o secundaria, ya no me acuerdo. Circulaban versiones adaptadas para los niños, aunque fuera del lenguaje, que ha evolucionado, no entendí nunca cómo una obra así puede necesitar adaptaciones infantiles.

El Ojo de Gautama, del Capitán Gilson.
Charles James Louis Gilson escribió novelas dirigidas a los jóvenes, ambientadas en Asia. Tengo de este autor dos obras, y esta es mi favorita de ambas.
Un joven inglés parte en busca de El Ojo de Gautama, una valiosa gema desaparecida que había sido regalada a su abuelo por una comunidad de lamas chinos en agradecimiento a su trabajo por haberles traducido unos antiguos textos sagrados. En su viaje será acompañado por un marinero irlandés y perseguido por un avaricioso detective chino que desea hacerse con el tesoro.
La obra narra mucho peligro y misterio en medio de tierras exóticas que hoy han dejado de serlo tanto, y promociona valores como la amistad, la tenacidad, el amor filial y, como le llaman ahora, la «resiliencia».

Ojo en el cielo, de Philip K. Dick.
Esta obra me dejó vivamente impresionado. Fue la primera que leí de este autor, algunas de cuyas narraciones han sido adaptadas al cine con éxito, incluso en versiones muy libres, como Blade Runner, la cual sobre el papel empezó siendo ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas? y acabó como El hombre del castillo.
Un acelerador de partículas se descontrola y provoca un accidente sobre un grupo de visitantes que se encontraban allí en aquel momento. A partir de este suceso, el mundo pasará a verse desde la perspectiva de cada una de esas ocho personas. La naturaleza de la realidad queda cuestionada de un modo inquietante: ¿cuánto hay de subjetividad en ella, y cuánto de esa subjetividad la controla uno mismo o realmente se la controlan los demás?
Alan Parsons Project dedicó una canción a esta novela.

Babel 17, de Samuel R. Delany.
Una obra muy filológica, publicada en 1966. 
En ella, el lenguaje se convierte en arma.
La brillante lingüista y poeta Rydra Wong es reclutada para descifrar el misterioso código Babel-17, que unos invasores usan en medio de una guerra galáctica. Al aprenderlo descubre que no es solo un cifrado, sino un idioma que altera la percepción del yo y del mundo.
Delany explora la hipótesis Sapir-Whorf —que el lenguaje influye en el pensamiento— con sutileza y profundidad. Su prosa es elegante, su estructura inteligente y sus ideas perturbadoras: una reflexión fascinante sobre identidad, poder y comunicación. La película «La llegada» (Arrival, 2016) está basada en la historia corta La historia de tu vida, de Ted Chiang, que a su vez parece recoger ideas de Babel 17.

Aventuras del capitán Hatteras, de Julio Verne.
El capitán Hatteras marchaba invariablemente hacia el norte, y esto no tendría una importancia relevante mientras sólo le afectara a él. Lo grave era que arrastraba a más gente en pos de él.
Su obsesión se materializa en una obstinada expedición que le lleva a alcanzar el Polo Norte a cualquier precio.
La novela combina intriga, ciencia y exploración extrema, mostrando la dureza del Ártico y los conflictos que surgen dentro de la tripulación. Verne despliega su habitual rigor científico y un ritmo narrativo que alterna momentos de tensión con descripciones fascinantes del entorno polar. Aunque el protagonista roza la obsesión, su determinación impulsa una aventura llena de peligros y descubrimientos.

Aventuras de Robinson Crusoe, de Daniel Defoe.
La robinsonada que da nombre al género. Tiene una segunda parte, que también leí.
Imitada hasta la saciedad, esta obra narra cómo, en su lucha por la supervivencia, Crusoe desarrolla ingenio, disciplina y una profunda reflexión espiritual. La novela describe con detalle cómo construye refugios, cultiva alimentos y domestica animales, convirtiendo un entorno hostil en un hogar forzado. La llegada de Viernes añade un componente humano y cultural que transforma su vida en la isla. Considerada una de las primeras novelas de aventuras y de formación, la obra destaca la resiliencia, la autosuficiencia y la capacidad de adaptación del ser humano ante la adversidad. Al igual que el Lazarillo, esta obra fue seguida por miríadas de ecos que resuenan incluso en otras que ya he citado, como la de Los cautivos del bosque.

Los primeros hombres en la Luna, de Herbert George Wells.
Otro de los imaginativos títulos de este autor, que hace de toda historia una distopía.
Se narra la extraordinaria travesía del científico Cavor y el emprendedor Bedford, quienes viajan al satélite gracias a una sustancia antigravitatoria llamada cavorita. Una vez en la Luna, descubren un mundo subterráneo habitado por los selenitas, criaturas inteligentes con una compleja organización social. La novela combina aventura, ciencia especulativa y crítica social, mostrando el contraste entre la ambición humana y una civilización alienígena altamente estructurada. Wells explora temas como la curiosidad científica, el colonialismo y las consecuencias éticas del progreso tecnológico. Es una obra pionera de la ciencia ficción que invita a reflexionar sobre nuestra relación con lo desconocido.

Viaje alucinante, de Isaac Asimov.
La obra de Asimov fue importante entre mis lecturas; pero, al igual que la de Poe o la de Lovecraft, sobre todo a través de colecciones de sus narraciones breves.
En esta aventura científica, un grupo de especialistas es miniaturizado para viajar dentro del cuerpo humano y salvar a un científico clave. La obra combina tensión, divulgación científica y un detallado retrato del funcionamiento biológico, todo desde una perspectiva asombrosamente inmersiva. Asimov aprovecha el marco fantástico para reflexionar sobre la fragilidad humana, la cooperación y los riesgos de la tecnología avanzada. Aunque basada en un guion cinematográfico, la novela enriquece la premisa con explicaciones más rigurosas y un ritmo narrativo envolvente. Es un relato que mezcla imaginación y ciencia de manera estimulante y accesible. Tiene su correspondiente versión cinematográfica que fue todo un hito en el género.

La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne.
El flemático caballero inglés Phileas Fogg da la vuelta al mundo en «sólo» ochenta días, para demostrar a sus amigos que se puede realizar tal proeza. En su empeño le acompañará su criado, el factótum Passe-par-Tout, Picaporte en algunas traducciones al castellano. Hoy en día esto podría hacerse en sólo unas horas, pero en el siglo XIX era difícil pensar que pudiera hacerse en el tiempo que le lleva al protagonista. Desde luego, hoy tampoco le habrían sucedido a Phileas tantas aventuras como Verne le prepara en su obra. El viaje es trepidante y accidentado, y no puede faltar el perseguidor «conspiranoico» detectivesco, que se cree que el protagonista sólo utiliza el viaje como cortina de humo para organizar su fuga de Gran Bretaña tras haber cometido un delito. Es una de las novelas más famosas del autor.

El centinela, de Arthur C. Clarke.
No sé de mucha gente que hubiera leído este relato breve, precursor de la película 2001, una odisea del espacio.
Profundamente influyente, este cuento narra el descubrimiento de un misterioso artefacto alienígena en la Luna. A través de la mirada de un astronauta explorador, Clarke plantea la posibilidad de que una civilización superior haya dejado una señal para detectar el avance tecnológico de la humanidad. El cuento destaca por su atmósfera contemplativa, su elegante sencillez y la fuerza de sus ideas, más que por la acción. Con un enfoque casi filosófico, sugiere que no estamos solos y que nuestro progreso puede estar siendo observado. Más tarde, Clarke lo desarrolló en una obra más larga, 2001, Una odisea del espacio, que en mi casa recuerdo toda la vida en la legendaria colección RTV de Salvat.

El hombre invisible, de H. G. Wells.
Más ciencia ficción. En este caso nos encontramos con Griffin, un científico brillante que descubre la fórmula para volverse invisible, pero que pronto queda atrapado en las consecuencias psicológicas y sociales de su experimento. Al llegar a un pequeño pueblo inglés, su comportamiento errático y su apariencia oculta despiertan sospechas y temor. Wells combina el suspense con la crítica moral, mostrando cómo el aislamiento y el poder sin límites pueden conducir a la corrupción y la violencia. A través de Griffin, la novela explora la fragilidad ética del ser humano y los peligros de la ciencia sin responsabilidad. Es un clásico inquietante que reflexiona sobre identidad, control y la soledad que nace del propio ego.

Aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain.
Del universo de Tom Sawyer, Mark Twain desarrolló la historia de Huck Finn, y la verdad es que este spin off, como le llamarían hoy los pedantes, mejoró incluso el nivel de la novela patrón hasta el punto de que hoy al Huckleberry Finn se la considera la mejor obra del autor.
Esta historia invita al adolescente a que descubra el valor de pensar por cuenta propia. La novela muestra cómo Huck cuestiona prejuicios, aprende a distinguir entre normas injustas y lo correcto, y entiende la amistad auténtica, instando a reflexionar sobre libertad, identidad y conciencia moral.

El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien.
Cuando yo tenía doce o trece años se estrenó en el cine una versión animada de la primera y segunda parte de este libro. Mis padres nos llevaron a verla al cine, y desde entonces la obra se convirtió en un icono literario que fui siguiendo a lo largo de los años.
Fue una lástima que aquella espléndida versión cinematográfica primeriza no hallara continuación, cosa realmente extraña, ya que tuvo un éxito taquillero bastante notable. Tuvimos que conformarnos con la lectura de la excelente obra de Tolkien, y de sus continuaciones, prehistorias y derivaciones, como El Hobbit, hasta que llegó la extraordinaria interpretación de Peter Jackson para las pantallas. Al menos, leyendo siempre se sale ganando. Todavía yo, y creo que no soy el único, sueño con que se complete la historia con una segunda parte de la versión animada, a juego con la primera.

La torre de los siete jorobados, de Emilio Carrere.
Esta novela de aventuras, un tanto surrealista, se publicó por primera vez en 1920, y tuvo diversas ediciones, con una adaptación cinematográfica de por medio dirigida por Edgar Neville.

La historia mezcla misterio, fantasía y folclore madrileño con un tono decadentista y sugerente. Su atmósfera nocturna, llena de conspiraciones, pasadizos subterráneos y personajes enigmáticos, crea un relato absorbente que combina humor, terror suave y un encanto casi gótico. La obra destaca por su imaginación desbordante y por el retrato pintoresco de un Madrid oculto que parece respirar bajo la superficie.

Esta historia me mostró que la aventura y el misterio no solo se encuentran en autores extranjeros. Me invitó a apreciar la riqueza cultural de mi entorno y a disfrutar de historias que equilibran intriga, fantasía y un toque de ironía muy personal.

Melmoth el errabundo, de Charles Robert Maturin.

Tremendo folletón en el que Melmoth le cambia su alma al diablo por una vida larga; pero, al llegar a los doscientos años, se aburre y decide que lo suyo ha sido mal negocio, por lo cual busca a alguien que esté dispuesto a asumir su carga para él poder morir tranquilamente.

Aquí se cuentan todos los avatares del protagonista, que confieren a la historia un carácter más de romance (cuento muy largo) que de novela.

Obra gótica intensa y sombría, explora la condena eterna, la tentación y la desesperación humana. Su protagonista, figura espectral y trágica, encarna la angustia romántica. La novela destaca por su atmósfera opresiva y su compleja estructura de relatos encadenados.

1984, de George Orwell.

Ya años antes de 1984 había que leerse esta novela, porque la gente había entrado en el runrún de que se acercaba la fecha cada vez más y la habían puesto en el candelero. Debí de leerla en torno a 1980 (catorce años), y la verdad es que desde entonces hasta hoy, los acontecimientos han derivado tanto que es más cercana a la realidad actual que a la de entonces, al menos en mi entorno. Y los responsables son los mismos que le habían inspirado la historia a Orwell. Curiosamente, era más famosa la obra entonces que ahora, creo yo; y quizás por esta razón estamos donde estamos, con este estado que mete las narices en todo hasta el extremo de resultar invasivo de la privacidad sin que nadie se atreva a decir ni mu.

Otra distopía más de las que tanto me gustaban. En este caso, es una advertencia poderosa sobre el totalitarismo y la manipulación de la verdad. Su atmósfera opresiva y su visión de vigilancia constante siguen siendo inquietantemente actuales. La novela impacta por su lucidez política y su profunda reflexión sobre la libertad humana.

Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.

Las dos ciudades eran París y Londres. Como novela histórica, ocupa un lugar raro entre la obra de Dickens, dedicado más bien al drama contemporáneo.

Es también una gran novela de aventuras, ambientada en la revolución francesa, una circunstancia en la que se vivieron grandes peligros, y por eso, a aquella edad, disfruté especialmente su lectura.

La amistad, el amor filial y el sacrificio son sus valores más sobresalientes. Quedan destacados los vicios y la inhumanidad de los revolucionarios, como lo han sido en todas las épocas, para qué nos vamos a engañar. La portada de la edición que tengo en inglés es suficientemente gráfica. Creo que la fama de Dickens queda sobradamente justificada con esta obra.

Un yanqui en la corte del rey Arturo, de Mark Twain.

Esta novela me dejó perplejo, porque me di cuenta de que Mark Twain había recogido el Quijote y le había dado la vuelta.

Un yanqui recibe un golpe en la cabeza, y vuelve en sí en una edad media en la que todos parecen estar locos menos él. Todos son medievales y él es moderno, todos están locos pero él está cuerdo.

¿O sólo tenemos esta sensación porque sólo disponemos de su parcial visión de la historia?

Y a partir de este momento comienzan a sucederse situaciones grotescas e hilarantes. Los conocimientos tecnológicos del yanqui y su actitud pragmática son vistos como «magia» por el rey Arturo y sus caballeros. Fue una de las lecturas que más disfruté, y eso que no me lo esperaba.

Cumbres borrascosas, de Emily Brönte.

Es la novela inglesa romántica por antonomasia. Hasta el tiempo atmosférico va en ella acorde al estado de ánimo de los personajes. Observar este detalle me fascinó en su momento.

Esta tremenda historia apasionada y turbulenta estudia los límites del amor, el rencor y la obsesión. Heathcliff y Catherine protagonizan un relato intenso donde los sentimientos extremos moldean destinos y destruyen a quienes los viven. La atmósfera de los páramos, agreste y melancólica, refuerza el tono emocional y trágico de la obra. Es una novela poderosa, psicológicamente profunda, que cuestiona la naturaleza del amor y muestra cómo las heridas del pasado pueden perdurar y dominar toda una vida. Mucho me acordé de esta novela cuando visité los paisajes de Yorkshire.

De la Tierra a la Luna y Viaje alrededor de la Luna, de Julio Verne.

Curiosamente, los editores se empeñan en publicarlas en libros independientes, cuando, sin la segunda, la primera se queda interrumpida. Está claro que no leen lo que publican.

Esta es otra de las premoniciones de Verne. Sus protagonistas viajan al satélite, aunque, por razones técnicas, se ven obligados a rodearlo y regresar a la Tierra sin llegar a poner el pie en el satélite. El matemático del Gun Club (la sociedad que financia el viaje), Maston, le mereció a Verne dedicarle más tarde su propia novela, El secreto de Maston.

Ilíada, de Homero.

Esta obra clásica traducida en esta edición ornamentada de 1919 pertenecía a mi abuela, y yo la recordaba siempre en casa; así que claro, un día la cogí y me la leí.
Después vino el «Ulises 36», que ya no vi porque yo en aquella época ya pasaba de los seriales infantiles.
Ilíada es una obra fundamental para la cultura de Occidente, así que nunca me arrepentí de leerla. También la Odisea cayó en mis manos por aquella época, en una edición de la «Enciclopedia Pulga». Pero bueno, con mostrar esta creo que ya queda claro que ambas también formaron parte del acervo de mis lecturas por aquel entonces.

El lobo de mar, de Jack London.

Otra más de marinerías. Una novela seria, intensa, que enfrenta dos visiones opuestas de la vida a través del choque entre el intelectual Humphrey Van Weyden y el implacable capitán Wolf Larsen.

Este, modelado a lo largo de los años por la brutalidad del océano, es un darwinista extremo que cree que sólo puede sobrevivir quien tenga fuerza y voluntad para ello. El viaje a bordo del Ghost se convierte así en una exploración moral sobre la dignidad, la compasión y los límites del poder. Van Weyden, se ve obligado a evolucionar para adaptarse al medio. Es una obra que combina aventura, reflexión y una poderosa tensión psicológica.

Metrópolis, de Thea von Harbou.
Lo que me llamó la atención de esta novela fue su hermosa expresión. Este era el estilo que yo quería tener. Fue llevada al cine (mudo, por aquel entonces) por el marido de la autora, Fritz Lang, y hoy está considerada como una obra maestra del género, siendo la película de ciencia ficción más influyente a lo largo de la historia.

Metrópolis está dividida en grados, y en el superior habita la capa dominante, una especie de nobleza rica que lo ignora todo sobre la inferior, esclavizada para que la ciudad pueda mantenerse en correcto funcionamiento. Pero un día, una joven llamada María entra inesperadamente en las estancias de los dominadores con unos niños pobres, como acto de rebeldía. Freder, el heredero de la ciudad, la ve y se queda prendado de ella, por lo cual no se detendrá hasta encontrarla.


La Piedra Lunar, de William Wilkie Collins.
He aquí una de las primeras y más influyentes novelas de misterio en lengua inglesa. La «Piedra Lunar» es un diamante sagrado de origen hindú, entregado a Rachel Verinder la noche de su cumpleaños. Desde el momento en que se lo roban, múltiples narradores reconstruyen los hechos desde perspectivas distintas, creando un rompecabezas fascinante lleno de sospechas, secretos familiares y giros inesperados. Collins combina intriga detectivesca, análisis psicológico y crítica social, especialmente sobre el colonialismo y la moral victoriana. La estructura fragmentada mantiene la tensión y permite al lector participar activamente en la investigación. Es una obra pionera que anticipa muchas convenciones de la novela policiaca moderna.

El Niño de la Bola, de Pedro Antonio de Alarcón.
Esta novela me gustó mucho, ya que resulta muy entretenida y relata muchas aventuras. El «Niño de la Bola», protagonista de la narración, se llamaba Manuel Venegas, y regresa de América a un pueblo de Granada para reencontrarse con Adriana, su amor de la infancia. Pero a la familia de ella no le gusta esta relación, ni tampoco a la sociedad local, que mira de un modo raro a Manuel, actitud a la que no es ajeno el suicidio de su padre.

Los temas de la obra son el destino, la honra, la pasión y la hipocresía social.

Dersu Uzala, de Vladimir Arseniev.

Una gran historia que fue llevada al cine por Akira Kurosawa.

El narrador era un ingeniero que, al servicio del Zar, fue con un equipo a hacer proscripciones geológicas en Siberia, con el objeto de encontrar lugares idóneos para explotaciones mineras. En esta labor, contratan a Dersu, un guía local, un cazador que ha vivido toda su vida en la soledad de la taiga. Se relata la pureza de espíritu de este hombre, su utilización justa de la naturaleza y el cumplimiento de sus leyes, que han mantenido su vida en equilibrio con su nicho ecológico. Dersu no entiende más allá; no es sofisticado, es simple: el mundo se divide en «buena gente» y «mala gente». Y, dentro de sus necesidades naturales, es certero y casi milagrosamente preciso. Su equilibrio se romperá cuando, por razones de edad, ya no pueda seguir sobreviviendo en el medio natural en que se desarrolló su vida. Hermosa historia cuyo mensaje se escapa a los activistas ecologistas y animalistas urbanitas educados en «Bambi» y «El Toro Fernando» que actualmente nos oprimen.

El príncipe y el mendigo, de Mark Twain.

Una novela ambientada en el período histórico de los Tudor siempre me pareció algo extraordinario para Mark Twain.

El príncipe Eduardo Tudor y el mendigo Tom Canty descubren que les une un parecido, y se intercambian las identidades.

A través de los ojos del príncipe, que experimenta la brutalidad y la pobreza del pueblo, y del mendigo, que descubre la carga y las absurdas formalidades de la realeza, el autor nos ofrece una lección atemporal sobre la empatía, la justicia y la idea de que la nobleza de carácter es más valiosa que el linaje o la vestimenta. Es una obra humanista, entretenida y con un mensaje moral perdurable.

Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift.

Hay muchas adaptaciones infantiles de esta novela, como si se tratara de una obra para niños, pero no lo es. La portada, como las de algunos otros ejemplares que aquí muestro, tampoco es la del original que yo leí, aunque sí poseo este actualmente. Era el número 12 de la colección RTV de Salvat, que estaba en casa de mi abuela (tenía ella la colección completa). Algunas otras de estas obras las leí de allí también.

Evidentemente, poco hay que decir sobre esta obra que el lector común no sepa. Se trata de una crítica feroz del escritor contra la sociedad de su época. Una sociedad extremista, que todo lo ve enano o gigante, sin término medio, con un limitado poder de miras y groseramente animalesco. El final era muy significativo, cuando, acostumbrado a vivir entre Houyhnhnms, una especie de caballos gigantes, sentía rechazo hacia la compañía humana.

Jack, de Alphonse Daudet.

En este caso, Daudet se pone serio para contarnos una historia al más puro estilo realista-naturalista.

Al principio parece que va uno a leer algo al estilo de Dickens, donde el niño protagonista luchará hasta convertirse en el epítome del «hombre hecho a sí mismo». Pero el protagonista se encuentra, una vez y otra, con que las circunstancias le pegan un martillazo en la cabeza, como el juego ese en que hay que ocultar muñecos con un mazo.

Sin padre conocido, y con una madre linda y amorosa pero pusilánime, tiene un padrastro que lo quiere alejar de casa a toda costa y le hará la vida imposible. En fin, no voy a destripar más la novela, que también me encantó.

Dos años de vacaciones, de Julio Verne.

Vuelvo con este autor recurrente, para nombrar ahora la que, a mi modo de ver, es la más directa antecesora de El Señor de las moscas de William Golding.

Tocó Verne las robinsonadas varias veces en su obra: Escuela de Robinsones, o La isla misteriosa; y casi la robinsonada en otras, como El faro del fin del mundo, e incluso secundariamente en Los hijos del capitán Grant (acaso su mejor novela desde el punto de vista literario). Pero quizás ninguna tan recordada como esta, en la que unos chicos en viaje escolar naufragan y tienen que arreglárselas en una isla formando sociedad entre ellos. Allí se ven sus filias y sus fobias, sus preferencias, amistades y enemistades, mientras desarrollan el ingenio. Me divertí con ella.

La historia interminable, de Michael Ende.

No todo era leer libros del siglo XIX. Cuando salía algo nuevo también me gustaba leerlo, especialmente si era algo como esto.

La historia de Bastián pasó también al cine, en una versión memorable. Pero yo encontraba mejor el libro, con su tipografía en tres colores según se pasaba del narrador omnisciente a la historia «real» del protagonista o a la «imaginaria», y cada capítulo empezando por una letra según el orden alfabético. Era peculiar.

Una lectura inolvidable, y un libro para guardar toda la vida. Ende no se conformó con escribir este best seller juvenil, sino que publicó también Momo, que más adelante comentaré, ya que no falta en esta lista.

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.

Esta es la temperatura a la que arde el papel. En esta novela se describe una sociedad distópica con una dictadura totalitaria que ha prohibido los libros. Una especie de «bomberos» se dedican a quemar todos los que encuentran. Uno de ellos, llamado Montag, deserta de su empleo y se une a la resistencia después de haber presenciado cómo una mujer se inmolaba con su biblioteca cuando había sido descubierta en posesión de libros.

Ha dado pie a una película dirigida por Truffaut, que está muy bien valorada. No sé si esta es una lectura para todas las edades, pero yo la leí en la adolescencia y me gustó. La recomiendo. Posteriormente, ya en el XXI, se ha reconocido a Bradbury como uno de los mejores escritores de su género en el siglo XX. Esto es un gran mérito, pues hubo cientos.

Los tramperos del Arkansas, de Gustavo Aimard.

Venganza, honor y vida salvaje en el sur de los Estados Unidos durante el siglo XIX.

Un quinceañero comete un asesinato y es abandonado por su padre en el desierto, tras lo cual acaba refugiándose en los bosques convertido en trampero, con el sobrenombre de «Corazón Leal». Ahora es respetado por todos los habitantes del entorno del río Arkansas. Lucha contra los bandoleros y corre aventuras con los indios, hasta que rescata a una joven, hasta que se reencuentra con su padre, que, arrepentido, se reconcilia con él.

Una novela de aventuras en la naturaleza, propia para la edad.

Aventuras de David Balfour, de Robert Louis Stevenson.

Otra de las locas historias de Stevenson, que yo diría que en este caso es más bien un cuento largo, o encadenamiento de peripecias al estilo del Gordon Pym de Poe.

Consta de dos partes: la primera, Secuestrado, narra cómo el protagonista, en busca de su herencia, tropieza con un mezquino tío que pretende robársela; y la segunda, Catriona, trata de su encuentro con la joven nieta del famoso Rob Roy e hija de James More, a punto de ser ejecutado por los ingleses. Todo ello plagado de trepidantes aventuras: vendido como esclavo, náufrago, acusado falsamente de asesinato y perseguido por el ejército... Otra obra sin punto de descanso.

La isla misteriosa, de Julio Verne.

Otra de mis novelas favoritas de Verne. Escapando de la guerra de Secesión americana, cinco hombres viajan en un globo y acaban aterrizando en una isla lejana. Encabezados por el ingeniero Ciro Smith, los náufragos consiguen prosperar en la isla, declarándose, más que náufragos, colonos de la tierra en la que han caído. Mientras tanto, empiezan a ocurrir una serie de hechos misteriosos que intrigan a los protagonistas. Novela de iniciación para unos, manual de supervivencia para otros, no es solo un viaje inimaginable lleno de aventuras y sorpresas, también es un canto a la amistad, al conocimiento, y al espíritu de superación del ser humano ante la adversidad.

La cautiva blanca, de Thomas Mayne Reid.
Esta obra, además de ser una de las más importantes de este escritor irlandés, le sirve al autor para exponer su ideario, que lo convierte en uno de los primeros anglosajones blancos en defender al indio y su derecho a la tierra norteamericana.
La trama se centra en las guerras de los semínolas, nativos de Florida, durante las cuales raptan a una mujer blanca, tema recurrente en la literatura del género en la época. La vida en la frontera entre colonos e indígenas, aventuras, peligros, supervivencia en la vida salvaje, el honor, la valentía y el amor en circunstancias extremas son los asuntos de fondo que se manejan en esta historia.

Momo, de Michael Ende.

Nos hallamos ante una fábula sobre el valor del tiempo. La protagonista es una niña huérfana que posee la cualidad especial de escuchar a los demás, devolviéndoles la alegría y la esperanza.
La trama se precipita con la llegada de los "Hombres Grises", unos siniestros personajes que representan a los usureros del tiempo. Estos seres manipulan a la población para que "ahorre" tiempo, robándoselo en realidad y volviendo sus vidas grises y apresuradas.
Momo, con la ayuda de la tortuga Casiopea y el Maestro Hora, se enfrenta a estos villanos para devolver el tiempo y la alegría a la gente. Es una crítica social a la sociedad moderna y el materialismo, y un recordatorio de que la vida debe disfrutarse plenamente y no medirse en minutos. Con la lectura de Momo, no se pierde el tiempo.

Ivanhoe, de Walter Scott.
La novela histórica de caballeros medievales por antonomasia.
Ambientada en la Inglaterra medieval del siglo XII, tras la Tercera Cruzada, la trama se centra en el conflicto entre los sajones nativos y los normandos conquistadores.
El protagonista, Wilfred de Ivanhoe, un noble sajón desheredado por su padre al apoyar al rey Ricardo Corazón de León, regresa a casa. La historia está repleta de caballeros, torneos (como el célebre torneo de Ashby), asedios a castillos y héroes legendarios como Robin Hood y sus bandidos.
Scott aborda temas de lealtad, honor, prejuicios religiosos y raciales, y la búsqueda de justicia. Es una obra maestra que definió el género de la novela histórica y ofrece un retrato vibrante y romántico de una época de transición y conflicto social en Inglaterra.

Rebelión a bordo, de Charles Nordhoff y James Norman Hall.
Novela histórica de marinerías, que narra la rebelión encabezada por el primer oficial Fletcher Christian contra el capitán William Bligh en la fragata «Bounty», que viajaba por el pacífico en busca del árbol del pan.
Bligh era un comandante competente pero que aplicaba castigos demasiado crueles a la tripulación, lo que al final redunda en un efecto contrario al pretendido con las penas. Este constituye uno de los núcleos fundamentales de la obra, poniendo a la tripulación en el difícil dilema de mantener su lealtad a la corona o la supervivencia personal. Un clásico de aventuras que ha sido adaptado al cine en varias ocasiones.

Las inquietudes de Shanti Andía, de Pío Baroja.
Narrado en primera persona por el protagonista, es un relato de formación y aventuras marítimas. Shanti Andía, un joven vasco de vida sencilla en un pueblo costero, siente la llamada del mar, siguiendo la estela de su tío, un capitán desaparecido.
Baroja despliega su maestría en la creación de atmósferas melancólicas y descripciones vívidas del paisaje vasco y la vida marinera. La obra captura la esencia del espíritu aventurero y la búsqueda de identidad, temas recurrentes en el autor. Su estilo es ágil, impresionista y directo, evitando adornos innecesarios.
Es una novela imprescindible para entender la prosa barojiana y su visión de la vida como un viaje incierto, marcada por la acción, el fatalismo y las inquietudes vitales.
Aventuras de Gil Blas de Santillana, de Alain-René Lesage.
Este libro lo leí en la traducción del Padre Isla, que trataba a estas aventuras de «robadas a España» en el subtítulo que les ponía.
Una elaboración de fantasía sobre la novela picaresca en la tradición del Lazarillo, a la que lleva a su momento cumbre. Aunque escrita por un francés, la novela se desarrolla íntegramente en España. Narra, en primera persona, las andanzas de Gil Blas, un joven de origen humilde que sale de Oviedo para buscar fortuna. A lo largo de sus viajes, sirve a múltiples amos (médicos, nobles, bandidos, ministros) y asciende y cae en la escala social.
La novela destaca por su tono satírico, su humor y su crítica social a las hipocresías y vicios de la sociedad española y francesa de la época. Es un fresco realista y entretenido de la vida del siglo XVIII.

Los Robots, de Isaac Asimov.
Colección completa de todas las historias de robots escritas por este autor americano. Incluye la famosa colección Yo, Robot, que poco o nada tiene que ver con la película del mismo título. Muchas historias son memorables, como El hombre bicentenario, llevada al cine con Robin Williams como protagonista. En ellas, Asimov estudia la ética de la inteligencia artificial mediante las Tres Leyes de la Robótica, definiendo un subgénero y planteando dilemas morales atemporales sobre la coexistencia humano-máquina.
Asimov fue, sin duda, uno de los autores de quienes más historias leí, y que más me atraían. Traigo aquí este libro en representación de todas las lecturas de sus historias breves, siempre sorprendentes, para las que hacía uso de sus grandes conocimientos científicos.
Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer.
Creo que me lo hicieron leer en el colegio, y me gustó mucho.
Son un pilar fundamental en la narrativa española breve del Romanticismo, e imprescindibles para esas edades. Los sucesivos relatos nos sumergen en atmósferas góticas y misteriosas, y tratan temas como el amor idealizado, lo sobrenatural, la muerte y la búsqueda de lo inalcanzable. Con un estilo poético y evocador, Bécquer transporta al lector a escenarios medievales y paisajes melancólicos, donde la realidad se entrelaza con mitos, milagros y apariciones fantasmales. Obras maestras como "El Monte de las Ánimas" o "Maese Pérez el Organista" no solo buscan entretener, sino también despertar una sensación de misterio y trascendencia, consolidando al autor como un maestro indiscutible de la narrativa breve y fantástica en lengua española.

Cuentos completos de terror en el mar, de William Hope Hodgson.
Ya me he referido antes a este autor del género del terror cósmico, antecedente de H. P. Lovecraft, cuando hablé de su Casa en el confín de la Tierra.
Leídos acá y allá, me dieron grandes momentos de diversión y admiración. Años más tarde tuve la suerte de encontrarme con esta colección.
Inspirados por su propia experiencia como marino mercante, estos cuentos se desarrollan en atmósferas opresivas donde el mar es un enemigo vasto e insondable. Narran la lucha desesperada de los marineros contra horrores cósmicos, barcos fantasmas, criaturas marinas mutantes y la locura del aislamiento. Una lectura ideal para aquellas edades.
Cuentos de color de cielo, de varios autores.
Esta numerosa y antigua antología de leyendas y cuentos piadosos cristianos del siglo XIX estaba en la casa natal de mi abuela; y en los ve
ranos, cuando la canícula impedía correr al sol, la leía sentado en un banco a la sombra de las parras. Algunos de ellos me dejaron muy impresionado, como la leyenda de la catedral de Colonia o la historia del asesino de sus hijos.
Los autores van desde los más famosos, como Paul Feval o Pedro Antonio de Alarcón, hasta los anónimos. Eran historias cortas escogidas que nunca dejaban a uno indiferente.
Los mitos de Cthulhu, de H. P. Lovecraft y otros.
Este volumen está aquí en representación de todas las historias breves de Lovecraft, que debí de haber leído prácticamente al completo, además de muchas escritas por sus émulos.
También fue, sin duda, uno de los autores más leídos por mí; y, de hecho, atesoro muchos libros con sus cuentos, y algún ensayo.
Lovecraft recogió especialmente la tradición de Poe y de Hope Hodgson, para transformarla a su manera y crear todo un cosmos propio, con libros sagrados y grimorios como el Necronomicon. A veces ha sido sobrevalorado, en mi opinión, y otras infravalorado; es difícil encontrar a algún crítico que lo ponga en su justo término.
Cuentos de O. Henry.
Estos cuentos, organizados en colecciones como Los cuatro millones, El honrado tramposo o Los cambios del destino, son magistrales ejercicios de narrativa con finales impactantes e inesperados.
Aptos para cualquier edad, nunca dejan indiferente. Algunos de ellos han sido llevados al cine. También me dieron muchas horas de agradable lectura.
Son la quintaesencia de la teoría narrativa que había sido postulada por Edgar Allan Poe. O. Henry es un narrador modélico que ha sido considerado patrón y ejemplo por grandes escritores posteriores.

Cuentos completos de Edgar Allan Poe.
No podían faltar.
Cuentos como los titulados «El gato negro», «El corazón delator», «Los crímenes de la calle Morgue», «El escarabajo de oro» y tantos otros, son conocidos hasta por el vulgo iletrado.
Poe está considerado como el padre del terror psicológico y precursor del género detectivesco. Utiliza una atmósfera gótica y opresiva para explorar temas como la muerte, la locura y la culpa. Cada relato es una clase magistral de estilo, donde cada palabra contribuye a un efecto emocional único de desasosiego e intensidad inigualable. Su obra es atemporal y esencial.

Las narraciones breves de Charles Dickens.
Historias como el «Cuento de Navidad», «El grillo del hogar», y otras, desde lo fantástico hasta lo policíaco, también hicieron mis deleites.
Aunque menos célebre que sus monumentales novelas, la narrativa breve de Dickens es una parte significativa y valiosa de su obra, que refleja los mismos temas y estilo distintivo, pero en un formato más íntimo y conciso. Dickens utiliza el formato breve para abordar sus preocupaciones sociales y éticas de forma directa, denunciando las desigualdades de la Inglaterra victoriana, la pobreza y las injusticias, con el objetivo de conmover al lector y promover la reforma moral.
Cuentos fantásticos, de E. T. A. Hoffmann.
Entonces no lo sabía, pero ahora sé que la obra de Hoffmann es fundamental para comprender toda la cuentística del Romanticismo y lo que vino después, desde Edgar Allan Poe hasta Becquer, desde Julio Verne hasta Jorge Luis Borges.
«El violín de Cremona» ya me había dejado bastante impresionado antes de leer este libro.
Estas narraciones exploran lo fantástico, lo gótico y lo siniestro. Fusionan magistralmente la realidad cotidiana con elementos sobrenaturales, la locura y el desdoblamiento de la personalidad, creando atmósferas oníricas e inquietantes. El «Cascanueces» (que da argumento al ballet de Tchaikovski), «El hombre de la arena», «El enanito llamado Cinabrio»... Tiene también otras narraciones, más largas, nada desdeñables, como El gato Murr.
...Y, de regalo:
Lo mejor de la ciencia ficción del siglo XIX, recopilado por Isaac Asimov.
Esta antología contiene varios cuentos de los que más me impactaron cuando los leí. Uno de ellos fue el de «La hija de Rapaccini», en el cual un joven se enamoraba de una muchacha a la que siempre veía entre las plantas de un jardín, arreglando y cuidando este. No era menos imaginativo el de «El mortal inmortal» de Mary Shelley, o «El reloj que marchaba hacia atrás», de Edward Page Mitchell. Muy buenos ratos me hicieron pasar estas narraciones.


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