Chidiock Tichborne y su Elegía
Por razones que no vienen al caso, hoy he estado leyendo algunos poemas en esta antología cuya portada os muestro a la derecha del texto, The Wordsworth Golden Treasury of Verse. Es una recopilación de poemas escogidos de toda la historia del inglés, semejante a otras que existen en español, como aquel que se titula Las mil mejores poesías de la lengua castellana.
Y en la página 506, he aquí que mis ojos vienen a caer sobre la Elegía de Chidiock Tichborne.
La Elegía de Chidiock Tichborne es un poema peculiar de la literatura inglesa, con una historia muy emocionante, que me impactó mucho cuando la conocí, en la asignatura de Literatura Inglesa que cursaba en la Universidad.
Su estructura consiste en tres sextetos formados por pentámetros yámbicos. El sexteto es una estrofa de seis versos de arte mayor (versos en español de más de ocho sílabas), y el pentámetro yámbico inglés es el verso equivalente al endecasílabo garcilasiano en castellano.
Es decir, el tipo de endecasílabo en que habitualmente se escriben los sonetos, y al que dediqué otra entrada.
El ritmo general de la Elegía de Tichborne es monótono, como corresponde a un poema centrado en una sola temática fúnebre, como es la elegía.
Aunque para los antiguos griegos y romanos era otra cosa, a lo cual prometo una entrada, aquí nos basta con saber que la elegía es actualmente un poema dedicado a alguien que está muerto.
Y este es el primer punto impresionante de la Elegía de Tichborne: que la escribe por sí mismo, porque sabe que ya está muerto.
El esquema de rima de los sextetos de la Elegía de Tichborne es el siguiente: A B A B C C. Los tres sextetos coinciden en la rima del pareado final C C, que es siempre igual, en -un. Además, estos pareados finales en los tres sextetos mantienen paralelismo; es decir, que mantienen la misma estructura en sus frases y oraciones pareciéndose, incluso hasta el punto de que el segundo verso de esos pareados es siempre el mismo.
Cuando esto ocurre; es decir, cuando un verso se repite siempre igual al final de todas las estrofas de un poema, este verso se llama estribillo o refrán.
En la Elegía de Tichborne, este estribillo es:
And now I live, and now my life is done.
Es decir:
Y ahora vivo, y ahora mi vida ha terminado.
La repetición de esta frase le recuerda continuamente al lector cuál es la razón por la que escribe este poema, siendo de este modo como una advertencia sobre algo que es muy importante para el autor.
El argumento de la Elegía de Tichborne ya es desolador de por sí, pero lo es todavía mucho más si conocemos su historia.
El argumento para qué contároslo, si vosotros mismos lo podéis leer, ya que, como os he dicho, el poema es breve:
My prime of youth is but a frost of cares,
My feast of joy is but a dish of pain,
My crop of corn is but a field of tares,
And all my good is but vain hope of gain.
The day is gone and yet I saw no sun,
And now I live, and now my life is done.
The spring is past, and yet it hath not sprung,
The fruit is dead, and yet the leaves are green,
My youth is gone, and yet I am but young,
I saw the world, and yet I was not seen,
My thread is cut, and yet it was not spun,
And now I live, and now my life is done.
I sought my death and found it in my womb,
I lookt for life and saw it was a shade,
I trode the earth and knew it was my tomb,
And now I die, and now I am but made.
The glass is full, and now the glass is run,
And now I live, and now my life is done.
Traducción, yo mismo:
mi banquete de felicidad sólo ha sido un plato de dolor,
mi cosecha de maíz sólo ha sido un campo de cizaña,
y todo mi beneficio sólo ha sido la esperanza en vano del provecho.
El día se ha ido, y aun así no vi el sol;
y ahora vivo, y ahora mi vida ha terminado.
La primavera ha pasado sin haber florecido,
el fruto está muerto estando aún las hojas verdes;
mi juventud se ha ido, y sin embargo soy joven;
vi el mundo, pero a mí no me vieron;
mi hilo está cortado sin haber sido hilado;
y ahora vivo, y ahora mi vida ha terminado.
Perseguí mi muerte y la encontré en mi vientre,
busqué la vida y vi que era una sombra,
pisé la tierra y supe que era mi tumba,
y ahora muero, y ahora ya estoy acabado.
El vaso está lleno, y ahora el vaso está vacío,
y ahora vivo, y ahora mi vida ha terminado.
Como se ve, la elegía (en su idioma original, claro está) se encuentra toda escrita en monosílabos, como imitando una sucesión de sollozos entrecortados.
La Elegía de Tichborne está escrita principalmente en dos figuras retóricas: la antítesis y la paradoja.
La antítesis consiste en poner uno junto a otro conceptos que transmiten ideas que se contravienen; por ejemplo, como se lee en el primer verso: flor de juventud / helada de tribulación.
La paradoja es una afirmación cierta pero aparentemente contradictoria. Por ejemplo, en español aquella de Rubén Darío: cuando quiero llorar no lloro, y a veces lloro sin querer. Ejemplos de paradoja en el poema de Tichborne son: la primavera ha pasado sin haber florecido, el día se ha ido y aun así no vi el sol.
Ambas figuras poéticas, antítesis y paradojas, son típicas del movimiento renacentista, al que pertenece este poema.
La Elegía de Tichborne también tiene un marcado tono estoico, una filosofía que cultiva especialmente el Barroco español, al que llega por la tradición de Séneca, un filósofo romano originario de Hispania. Quevedo sobresale entre los representantes de este senequismo.
Tichborne parece tranquilo, y que se toma con naturalidad el hecho triste de que nació sólo para ser famoso por su muerte, y nada más. Transmite la idea de que es un mártir, y que su persistencia en la fe católica le será recompensada en otra vida.
La elegía de Tichborne habla por sí misma, pero ahora que me doy cuenta todavía no os he contado la historia.
Chidiock Tichborne tenía en torno a 22 años cuando le envió este poema a su esposa Agnes en una carta. En ésta, el autor menciona que tiene un hijo y seis hermanas.
Para entonces, el poeta estaba preso en una celda de la Torre de Londres, esperando en el «corredor de la muerte».
En 1570, al haber sido excomulgada la reina Isabel I, ésta ilegalizó el catolicismo en Inglaterra. En 1586, después de años de ser perseguidos, los católicos fraguaron un complot contra la monarca.
La trama fue descubierta, y Chidiock y su padre, de una familia que procedía de la baja nobleza («hidalgos», como se diría en español en la época) fueron arrestados y condenados a muerte junto con otros por este acto.
A Tichborne sólo se le conocen tres poemas. Son muy pocos, pero todos de calidad sobresaliente. Esta Elegía se hizo merecidamente famosa. Muchos llegaron a decir que no era suya, pero el tono de los otros dos poemas que se le conocen y las circunstancias se lo adjudican inequívocamente a él.
También suscitó muchas respuestas, entre las que no faltaron, obviamente, las de los envidiosos. Una de las más conocidas fue la del dramaturgo Thomas Kyd:
Thy feast of joy is finisht with thy fall;
Thy crop of corn is tares availing naughts,
Thy good God knows thy hope, thy hap and all.
Short were thy days, and shadowed was thy sun,
T’obscure thy light unluckily begun.
Time trieth truth, and truth hath treason tripped;
Thy faith bare fruit as thou hadst faithless been:
Thy ill spent youth thine after years hath nipt;
And God that saw thee hath preserved our Queen.
Her thread still holds, thine perished though unspun,
And she shall live when traitors lives are done.
Thou soughtst thy death, and found it in desert,
Thou look’dst for life, yet lewdly forc’d it fade:
Thou trodst the earth, and now on earth thou art,
As men may wish thou never hadst been made.
Thy glory, and thy glass are timeless run;
And this, O Tychborne, hath thy treason done.
tu banquete de alegría se acaba con tu caída;
tu cosecha de maíz es cizaña inservible,
tu buen Dios conoce tu esperanza, tu suerte y todo.
Cortos fueron tus días, y ensombrecido fue tu sol,
para oscurecer tu luz desafortunadamente comenzada.
El tiempo prueba la verdad, y la verdad ha hecho tropezar a la traición;
el fruto de tu fe fue el merecido por tu infidelidad:
tu desperdiciada juventud al cabo de los años te ha mordido;
y Dios, que te vio, ha protegido a nuestra Reina.
Su hilo aún se mantiene, el tuyo pereció aunque no se haya hilado,
y ella vivirá cuando las vidas de los traidores hayan terminado.
Procuraste tu muerte, y la encontraste en el desierto,
buscaste la vida, pero lascivamente la obligaste a desvanecerse:
pisaste la tierra, y ahora en la tierra estás,
como los hombres pueden desear que nunca hayas sido hecho.
Tu gloria y tu espejo se han perdido en el tiempo;
y esto, oh Tychborne, ha acabado con tu traición.
Aviso para navegantes: exactamente 7 años después de haber sido detenido Tichborne, Thomas Kyd lo fue también por agentes de esa misma reina a la que Dios «ha protegido», bajo la acusación (por cierto, falsa) de escribir libelos ateos, de prácticas heréticas y de creer que Jesucristo era homosexual.
Torturado por el «Consejo Privado», fue puesto en libertad en tan mal estado que murió de las secuelas al cabo de un año. En ese tiempo se arruinó de tal forma que su madre se negó a recibir su herencia.
Sólo tenía 34 años.
Para mayor desgracia, la tumba de Kyd desapareció en el gran incendio de Londres de 1666, y hoy en día se desconoce su enterramiento, a pesar de haber sido un dramaturgo muy importante, autor, entre otras obras de teatro, de un Hamlet en el que se basó Shakespeare para el suyo.
Nunca digas de esta agua no beberé.
Para despedirme, os dejo aquí un soneto con la temática apropiada:
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