Soneto precioso

 


Hace muchos años que escribí este "SONETO PRECIOSO", que en realidad consiste en la enumeración de todos los materiales de joyería que se me ocurrieron, colocados en forma de "soneto con estrambote".

Por si no se lee bien, lo transcribo a continuación:

Dïamante, esmeralda, aguamarina,
Topacio, lapislázuli, nefrita,
Calcedonia, heliotropo, malaquita,
Rodonita, amatista, aventurina,

Jaspe, espinela, ortosa, turmalina,
Jacinto, ónice, cuarzo, amazonita,
Piropo, peridoto, ámbar, pirita,
Plata, platino, perla, serpentina,

Obsidiana, azabache, crisocola,
Alabastro, epidota, crisoprasa,
Turquesa, oro, rubí, crisoberilo,

Espodumena, corindón, carneola,
Granate, azurita, ágata, ortoclasa,
Jade, ópalo, marfil, coral, berilo,

Sepiolita, rutilo,
Zircón, sardo, hematites, apatito,
Xilópalo, olivino y crisolito.

Por supuesto, se lo dediqué a Rubén Darío, ya que a otro no podría haber sido.

El objeto que me proponía era escribir un soneto únicamente por la gracia del soneto mismo y los efectos sonoros que podía lograr ordenando de algún modo los nombres de la pedrería. Sólo quería satisfacer lo que dice Edgar Allan Poe en su ensayo "El Principio Poético". Supongo que él estaría encantado con este poema... 

Entonces, para recapitular: definiría, en resumen, la poesía, como la Creación Rítmica de la Belleza. Su único árbitro es el gusto. Sólo tiene relaciones colaterales con el intelecto o con la conciencia. A menos que, incidentalmente, no tenga nada que ver con el deber o con la verdad [...] Ese placer que es a la vez el más puro, el más sublime y el más elevado, deriva, sostengo, de la contemplación de la belleza. Sólo en la contemplación de la belleza nos es posible alcanzar esa deleitable elevación o excitación del alma, que reconocemos como el sentimiento poético y que es tan fácilmente distinguido de la verdad, que es la satisfacción de la razón, o de la pasión, que es la excitación del corazón. Yo hago de la belleza, por tanto [...], la provincia del poema, simplemente porque es una obvia regla del arte que los efectos deben surgir lo más directamente posible de sus causas [...]. Mientras que la manía ética [...] ha ido gradualmente desapareciendo de la mente pública, por fuerza de su propio absurdo, [...] la sucede una herejía demasiado palpablemente falsa para ser tolerada por mucho tiempo, pero que en el breve período en que ha permanecido, puede decirse que ha logrado más en la corrupción de nuestra literatura poética que todos sus otros enemigos combinados. Aludo a la herejía de La Didáctica. [...] Pero el simple hecho es que si sólo nos permitiéramos mirar en nuestras propias almas, inmediatamente descubriríamos allí que no existe ni puede existir bajo el sol ninguna obra más absolutamente digna, más supremamente noble, que este mismo poema, este poema per se, este poema que es un poema y nada más, este poema escrito sólo por el poema mismo.

(Edgar Allan Poe: El Principio Poético).



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