Sobre el Verso Sáfico y la Decadencia del Oído Musical

En una entrada anterior tratábamos los diferentes tipos de endecasílabos. Bien, pues hoy he estado leyendo un artículo muy interesante acerca de esta clase de versos y su origen, que acaba con una conclusión demoledora.

Pero lo que más me llamó la atención de tal final, no fue precisamente lo que dice, sino lo certero de la profecía que anunciaba, toda vez que el artículo se escribió allá por el año 1938.

El ensayo se publicó originalmente en el tomo VI del Boletín de la Academia Argentina de Letras, y el autor de las líneas que tanto me impresionaron era el abogado, poeta y escritor argentino Ataliva Herrera.

Para que no tengáis que pasaros el soponcio de leer un artículo que a lo mejor resulta árido, explicaré aquí un poco por encima de qué trata, y al final copiaré directamente la conclusión de Herrera que digo demoledora.

Si recordáis, el endecasílabo sáfico es, básicamente, el que tiene acentos rítmicos en la cuarta, sexta u octava y décima sílabas.

Safo de Mitilene da nombre al endecasílabo sáfico

Esquemáticamente, y en una línea resumida, su ritmo, en condiciones puras sería así:

o o o ó o ó o o o ó o

o bien así:

o o o ó o o o ó o ó o.

Bueno, pues, en resumidas cuentas, el artículo de Herrera presenta una carta que el poeta recibió de un lector, en la cual éste le hace notar que este tipo de endecasílabos tiene una pausa natural al final de la quinta sílaba:

o o o ó o /pausa/ ó o o o ó o

Este tipo de pausas dentro de los versos largos se denomina cesura, y la más evidente para los principiantes en métrica es la que se da justo en el medio de la mayoría de los versos de doce sílabas o más. Por ejemplo, en este famoso alejandrino (14 sílabas) de Rubén Darío:

La princesa está triste, /cesura/ ¿qué tendrá la princesa?

Volviendo al verso sáfico, que es endecasílabo, de este modo, es como si tuviéramos un verso de cinco sílabas seguido de otro de seis sílabas:

o o o ó o

o o ó o ó o.

Así que tomemos el verso sáfico siguiente:

el río limpio que regó mi prado.

Puede ser dividido así por la cesura que hace notar el autor de la carta:

el río limpio // que regó mi prado.

Lo cual sería igual que tener dos versos, uno de cinco y otro de seis sílabas, así:

el río limpio.............5 sílabas

que regó mi prado....6 sílabas.

Pero fíjense en una cosa. Existe una regla de la métrica que manda lo siguiente:

  • si el verso acaba en palabra esdrújula, hay que restar una sílaba para hacer el número total de sílabas que tenga (el verso tiene, en realidad, una sílaba menos de las que cuentas);
  • y si el verso acaba en palabra aguda, hay que sumar una sílaba para hacer el número total de sílabas (en realidad, el verso tendrá una sílaba más de las que cuentas).
Luego, la observación era que, cuando son dos versos, al ponerle, por ejemplo, al primero, acabando en palabra esdrújula (digamos, límpido), hay que hacer obligatoriamente lo siguiente:

el río límpido...........(6 - 1) = 5 sílabas

que regó mi prado....6 sílabas,

Y ahora venía la pregunta: ¿si los junto, también obtengo un endecasílabo, tal que así?:

el río límpido que regó mi prado.....¿11 sílabas?

Rubén Darío
Ataliva Herrera responde a esta carta en el artículo que comento, con razones etimológicas; es decir, remontándose a cómo se contaban los versos en latín y en griego. Razones que ya dejo para que las lean los más interesados en el vínculo que doy arriba.

Pero, para que nos entendamos aquí, diré que sus razones concluyen con que podría hacerse, pero que no se debe porque el lector actual no está capacitado para interpretar como una sola unidad métrica una sección discreta que ocupa varias sílabas en el interior de un verso, excepto en el caso de las cesuras medias de los versos de doce sílabas o más.

Por ejemplo, en el verso de Rubén Darío que arriba he citado:

la princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? = 7 + 7 = 14 sílabas,

aquí sí sería posible cambiar la palabra llana bisílaba triste por una esdrújula trisílaba, y entonces sí hay que restar una sílaba de esta esdrújula para conservar las 14 sílabas originales del verso:

la princesa está pálida, ¿qué tendrá la princesa? = (8 - 1) + 7 = 14 sílabas.

Y ahora voy yo a la parte de la respuesta que aquí nos concierne, en la que Herrera se refiere a la sensibilidad de los lectores actuales para captar el ritmo de la poesía con respecto a los lectores antiguos.

Aquí me limito a copiar y pegar su demoledora conclusión:

La cesura tiene tanta importancia en la métrica greco-latina, que se computa junto con los pies, que han de componer cada verso.

Espero haber satisfecho su trascendente curiosidad fonética. Con esto se demuestra que la humanidad sufre una atrofia cada vez mayor en su percepción del ritmo. Más perfecto en el griego, el verso es menos musical en el latín, hasta cambiar la unidad de medida, y llegar a nuestros días, reinado del ruido. Las futuras generaciones no sentirán a Mozart; sus sinfonías serán el paso de un tren de carga o un tableteo de ametralladoras.

¿Qué os parece lo que decía? Si atendemos a lo que ahora nos venden por «música», ¿no encontramos estas palabras como absolutamente premonitorias?

Yo, por mi parte, ahí lo dejo, y para consolaros os pongo debajo uno de mis sonetos. Espero que os guste.



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